No quiero perder. No quiero perderme. No quiero perderte.

Poesía


_________________________________________________________(Txus Di Fellatio)

Si yo, tú. 
Si caes, yo contigo y nos levantaremos juntos en esto unidos. Si me pierdo, encuéntrame. Si te pierdes, yo contigo, y juntos leeremos en las estrellas cuál es nuestro camino. Y si no existe, lo inventaremos. Si la distancia es el olvido, haré puentes con tus abrazos, pues lo que tú y yo hemos vivido no son cadenas... ni siquiera lazos: es el sueño de cualquier amigo es pintar un te quiero a trazos, y secarlo en nuestro regazo. Si yo, tú. Si dudo, me empujas. Si dudas, te entiendo. Si callo, escucha mi mirada. Si callas, leeré tus gestos. Si me necesitas, silba y construiré una escalera hecha de tus últimos besos, para robar a la luna una estrella y ponerla en tu mesilla para que te dé luz. Si yo, tú. Si tú, yo también. Si lloro, ríeme. Si ríes, lloraré, pues somos el equilibrio, dos mitades que forman un sueño. Si yo, tú. Si tú, conmigo. Y si te arrodillas haré que el mundo sea más bajo, a tu medida, pues a veces para seguir creciendo hay que agacharse. Si me dejas, mantendré viva la llama hasta que regreses, y sin preguntas, seguiremos caminando. Y sin condiciones, te seguiré perdonando. Si te duermes, seguiremos soñando que el tiempo no ha pasado, que el reloj se ha parado. Y si alguna vez la risa se te vuelve dura, se te secan las lágrimas y la ternura, estaré a tu lado, pues siempre te he querido, pues siempre te he cuidado. Pero jamás te cures de quererme, pues el amor es como Don Quijote: sólo recobra la cordura para morir. Quiéreme en mi locura, pues mi camisa de fuerza eres tú, y eso me calma, y eso me cura...

Si yo, tú.
Si tú, yo.
Sin ti, nada. Sin mí, si quieres, prueba.
  

_________________________________________________________(Bécquer, rima XX)

 Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.


 _________________________________________________ (Pablo Neruda, poema 14) 


Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.

Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.